La Voz • La demanda china de soja compromete la Amazonia brasileña

La cuenca del río Tapajós en el estado brasileño de Pará, al norte de Mato Grosso, se encuentra en el corazón de Amazonía.
En los últimos años, esta aislada región ha sufrido cambios profundos debidos en gran parte a la expansión de la agroindustria, en particular la sojera, que ha destruido vastas extensiones de sabana y selva amazónica.

En el valle donde confluyen los ríos Tapajós y Amazonas se encuentra Açaizal, una de las aldeas que forma parte del Territorio Indígena Mundurukú, pueblo que ha vivido durante siglos en esta región del norte de Brasil.
“Las plantaciones han devorado vastas zonas de selva, ya no podemos autoabastecernos”, se queja Josenildo, jefe de la comunidad indígena.

Brasil es el segundo mayor productor de soja del mundo.

Las crecientes tensiones comerciales entre China y Estados Unidos podrían acelerar el ya vertiginoso ritmo de deforestación del gran pulmón del planeta.

A mediados de 2018, ambos países se impusieron mutuamente aranceles para determinados bienes de intercambio, incluyendo en particular la soja, una de las principales exportaciones de Estados Unidos a China.

En el transcurso de 2018, las exportaciones de soja de Estados Unidos a China disminuyeron a la mitad.
Hace unos días terminó sin acuerdo la última ronda de negociaciones entre ambos países.

El presidente estadounidense, Donald Trump, impuso nuevas sanciones a las que Pekín respondió con medidas de represalia.
Esta situación alentará sin duda a los productores brasileños a aumentar la producción de soja, con consecuencias posiblemente fatales para la selva amazónica.
“Tememos una deforestación a gran escala como resultado de la guerra comercial”, dice el investigador climático Richard Fuchs del Instituto de Tecnología de Karlsruhe (KIT, por sus siglas en alemán).

“En el pasado, el aumento de la demanda mundial de soja ha llevado inevitablemente a la deforestación del Amazonas para crear nuevas tierras cultivables”.
Junto con sus colegas, el científico investigó los posibles efectos de este giro en el negocio global de la soja.

La guerra comercial es un desastre para la selva amazónica, escriben en la revista especializada “Nature”.

En el peor de los casos se necesitarían en Brasil 12,9 millones de hectáreas adicionales de tierra cultivable —aproximadamente el tamaño de Grecia— para satisfacer la demanda china de soja.
El 80 por ciento de la soja que importa China es utilizada para la producción de aceites y forraje destinado a la alimentación de animales de cría industrial. Apenas un 20 por ciento es utilizado directamente para la alimentación humana.
Los propios chinos cultivan cada vez menos soja porque las importaciones son mucho más baratas. Desde el año 2000, la superficie cultivada ha disminuido alrededor de un 25 por ciento.

China ya recibe un 75 por ciento de sus importaciones de soja de Brasil. Las últimas compras a Estados Unidos ascendieron a 37,6 millones de toneladas. Si China comprara la misma cantidad en Brasil en el futuro, la superficie cultivada tendría que aumentar en un 39 por ciento.
“Brasil es el único país que puede aumentar su producción de soja tan rápidamente”, dice Fuchs. “Por lo general, primero se transforman los pastizales en tierra cultivable y luego se tala el bosque para dar cabida al ganado”.
La confiscación de tierras se realiza de manera bastante informal: los agricultores a menudo muestran poca consideración por los pueblos originarios o las áreas protegidas. No es raro que los residentes sean expulsados con escrituras de propiedad basadas en documentos falsificados.

En algunos casos se recurre incluso a las armas. Desde principios de este año, al menos 11 personas han sido asesinadas en conflictos por la tierra, según la Comisión Pastoral de la Tierra de Brasil.
La destrucción de la selva amazónica tiene consecuencias globales. La deforestación libera enormes cantidades de dióxido de carbono y acelera el calentamiento global.
Según Fuchs, se debería pedir a los consumidores que asuman responsabilidad por la deforestación de la selva tropical para dar espacio a nuevos campos cultivables o pastizales.
“El consumo de carne debe disminuir”, dice.

“Los países de la UE podrían gravar la carne de animales cebados con soja procedente de zonas de selva tropical. De esta manera, el precio incluiría los costes ecológicos”.
Hasta ahora, 1995 y 2004 fueron los años con la deforestación más severa en Brasil, cuando se perdieron tres millones de hectáreas de selva. Basándose en esta tasa, Brasil podría crear suficiente superficie para satisfacer las necesidades de China en poco más de cuatro años.
Aunque China reanudara su propia producción o ampliara las compras de soja de otros grandes productores, como Argentina, los cálculos de los científicos de KIT prevén que Brasil tendría que deforestar 5,7 millones de hectáreas, un área del tamaño de Croacia.
Es muy probable que la demanda china de soja cuente con el beneplácito del gobierno brasileño. El presidente Jair Bolsonaro considera que la selva virgen es una tierra económicamente muerta y quiere hacer un mayor uso de la región amazónica en el futuro.
“Debajo de la tierra indígena yace la prosperidad”, aseveró en una oportunidad el político ultraderechista.
Su primera decisión como jefe de Estado fue transferir al ministerio de Agricultura la función de velar por las áreas protegidas de las comunidades indígenas y afrobrasileñas.
Al frente del mismo nombró a Tereza Cristina Correa, la diputada y empresaria con intereses en el sector que promovió la ley que facilita el uso de pesticidas en el campo brasileño.
Para los indígenas de Açaizal, la soja es una maldición. “En el pasado estábamos rodeados de selva, teníamos muchas frutas y peces”, dice Paulo da Silva Biseira mirando el enorme campo que comienza a 10 metros detrás de su vivienda. “Pero los pesticidas llegaron al río, envenenaron el agua, los peces y el suelo”.

Fuente: https://www.lavoz.com.ar/mundo/demanda-china-de-soja-compromete-amazonia-brasilena