Diálogo Chino • El carbón colombiano deposita sus esperanzas en China, pero son remotas
Durante una de las peores crisis del carbón colombiano, algunos esperan que China rescate la demanda. ¿Es una esperanza realista?
La industria del carbón colombiano vive una de las peores crisis en su historia reciente. A la pandemia del Covid-19 se le han sumado huelgas laborales, críticas a sus estándares medioambientales y de derechos humanos, y una disminución en las ventas a sus clientes tradicionales, que inició hace al menos 5 años.
En medio de la pérdida gradual de esos mercados, a raíz del avance de la transición energética, las empresas carboneras han considerado a China –el segundo socio comercial del país y un importador de carbón- como posible destino para parte de su producción en un futuro. Esta opción, sin embargo, parece distante por motivos difíciles de superar.
La crisis del carbón en Colombia
Septiembre de 2020 abrió con una huelga en El Cerrejón, la mina más grande del país, luego de que colapsaran las negociaciones laborales de la empresa Carbones del Cerrejón y Sintracarbón, el sindicato de sus trabajadores. Casi al tiempo, BHP Billiton, una de las tres empresas que -junto con Glencore y Anglo American- tiene propiedad de esa mina en partes iguales, anunció que vendería su participación de 33,3%.
Unas semanas después, David Boyd, relator especial de derechos humanos de la ONU, llamó a Colombia a interrumpir la producción de la mina hasta que no hubiera salvaguardas que protegieran los derechos sociales y ambientales de las comunidades indígenas aledañas. “Llamo a Colombia a implementar las directrices de su Corte Constitucional y a hacer más para proteger a la vulnerable comunidad Wayúu de la reserva indígena de Provincial contra la contaminación de la mina El Cerrejón y contra la Covid-19”, dijo.
Estas crisis laborales y sociales han coincidido con una reducción progresiva de la demanda internacional del carbón y la pérdida de sus mercados para Colombia, el decimosegundo productor mundial de un mineral. Desde hace años el carbón es el segundo producto de exportación del país y una fuente de ingresos nacional importante.
Las cifras de 2020, sin embargo, revelan una tendencia a la baja. “En términos de volúmenes, pensamos que las exportaciones de carbón de Colombia caerán por lo menos a 58 millones de toneladas en 2020, en comparación a 74 millones de toneladas en 2019. Y podrían caer más si hay una huelga larga en El Cerrejón”, dijo Guillaume Perret, director de la consultora de análisis de mercados Perret Associates, con sede en Londres.
Esa caída en las exportaciones ha venido acompañada de una caída en los precios y en la producción. A causa de la pandemia, en el primer trimestre de 2020, la producción del país cayó 7% frente al año anterior y un 48,8% en el segundo trimestre. Asimismo, el carbón colombiano estuvo en un promedio de 38 dólares por tonelada entre marzo y junio de 2020, e incluso ha caído a 33 dólares, que es el precio más bajo desde 2004, según cifras que Claudia Bejarano, presidenta de El Cerrejón, dio al diario económico La República.
Esa realidad se ha sentido en las tres grandes empresas carboneras del país: Cerrejón, Drummond y Prodeco. “La mina que Glencore tiene en Colombia, a través de la compañía Prodeco, de la que es dueña, no ha estado operando desde el 23 de marzo […]. Prodeco ha solicitado no producir carbón de sus minas durante 4 años, pero las autoridades mineras de Colombia se han rehusado a dar esta autorización”, dice Perret.
Entretanto, el precio del oro ha tenido un aumento de 14% en el segundo trimestre de 2020. Anticipando una transformación inminente, el 2 de octubre, el ministro de Minas y Energía, Diego Mesa, dijo en una entrevista a Reuters que el futuro de la minería colombiana estaba en los metales: “La gran oportunidad para Colombia son los minerales metálicos porque son los de mayor demanda en este momento y a futuro”, dijo.
De hecho, este año –como contó Diálogo Chino- ha visto el comienzo de operaciones de la primera minera de oro china en Colombia, la de Zijin Mining en Buriticá, que tampoco está exenta de controversias socioambientales.
Las palabras del principal responsable de la política minera son un verdadero terremoto en Colombia. Como explica Silvana Habib, consultora en temas mineros y hasta mediados de este año presidenta de la Agencia Nacional de Minería que fiscaliza al sector, “cuando se habla de Colombia como un país minero, se habla de un país carbonero”.
“En este momento necesitamos que todos los sectores ayuden a mejorar las cuentas y a tener más recursos. No existe, a mi modo de ver, en estos momentos otra actividad económica que pueda reemplazar lo que genera el carbón, no solo en regalías y empleo, sino en inversión social”, añade Habib.
El carbón representa el 77% de las exportaciones mineras y el 18% de las exportaciones totales de Colombia, un país cuyo PIB se podría contraer en 7,8% -según las cuentas del Fondo Monetario Internacional – y que vio su desempleo crecer hasta el 16,8% en agosto a causa de la pandemia. Es mucho lo que hay en juego.
El fin de los mercados en Europa y Estados Unidos
Si el reto del carbón colombiano se redujera a superar las anómalas circunstancias del Covid-19, la solución quizás sería aguantar en el presente y tener esperanza en el futuro. Sin embargo, ese futuro pinta negro para el carbón, en medio de una transformación estructural de la demanda mundial que ya se siente en el país.
El principal mercado del carbón colombiano ha sido tradicionalmente Europa, que entre 2011 y 2013 representaba el 50% de las exportaciones. Sin embargo, desde que algunos de sus principales clientes, como Holanda y Alemania, comenzaron sus políticas de transición energética y fueron cambiando fuentes de electricidad térmica por tecnologías limpias, ese mercado se desplomó. Hoy compran apenas el 10% de las exportaciones de carbón colombiano.
“Los dos grandes polos del carbón colombiano, que son Europa y Estados Unidos, han experimentado en los últimos años una caída muy rápida de la demanda de carbón”, dice Paola Yanguas, investigadora asociada del centro de investigación Coal Exit. “En la Unión Europea el principal motivo para la caída ha sido la política climática. En Estados Unidos, la competencia con otras fuentes de energía, como el gas shale [obtenido a través del fracking] y las energías renovables, principalmente solar y eólica”.
Esta realidad pone en evidencia la falta de planeación de Colombia: desde hace cinco años el país ha debido comenzar a buscar nuevos clientes. Pero más que volcarse hacia afuera, en la búsqueda de mercados específicos para ampliar el abanico, las políticas de los últimos dos gobiernos se han centrado en el apoyo a la producción o en infraestructura.
“Las políticas de Gobierno no están enfocadas a un mercado en particular sino en mejorar la competitividad del sector para que pueda acceder a mercados cada vez más lejanos y competidos como el asiático”, dice Juan Camilo Nariño, presidente de la Asociación Colombiana de Minería, que agremia a las empresas del sector. “En este sentido estamos trabajando con el Gobierno en promover una política que le permita ser cada vez más competitivo”.
El gobierno del presidente Iván Duque, sin embargo, no ha esbozado un plan de acción concreto.
“Yo creo que el gobierno no se ha sentado a mirar los detalles. Seguramente lo tienen sobre la mesa, pero no hemos evidenciado que lo hayan sacado”, dice Giovanni Pabón, investigador en temas carboníferos y ex coordinador del Grupo de Mitigación de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente. “Vamos a tener un problema grave de flujo financiero y generación de empleo en las zonas productoras en unos diez años o un poco antes”.
Las empresas del sector carbonífero, entre tanto, parecen poco inclinadas a hablar públicamente sobre el futuro del negocio. En Carbones del Cerrejón, la mayor empresa del sector, la oficina de prensa no respondió a nuestras cuatro solicitudes de entrevista desde agosto, aunque sus correos oficiales devolvían respuestas automáticas explicando que estaban en huelga. En Drummond -el segundo mayor productor nacional y una empresa privada estadounidense que opera dos minas en Cesar- respondieron, tras un mes de consultas con su casa matriz, que declinaban participar en el reportaje. Y Prodeco, la tercera compañía más grande de carbón en Colombia, adujo que podría responder a nuestras preguntas, pero que remitirían las preguntas a su casa matriz, Glencore, en Suiza. A la fecha de publicación, no habían respondido. Por último, Fenalcarbón, la asociación gremial de los productores de carbón, explicó que no tenía voceros disponibles.
Este silencio es quizás representativo de la incertidumbre existencial que enfrenta el sector carbonífero.
China, ¿el mercado prometido?
China es vista como una suerte de tierra prometida comercial, una apreciación que muchas veces denota que se piensa más con el deseo que con realismo. En el caso del carbón colombiano, consultores económicos como Valora Analitik han afirmado que el consumidor más grande de carbón del mundo podría ser una tabla de salvación para el carbón colombiano.
Al final de cuentas, es un mercado colosal. Beijing importó 299,7 millones de toneladas de carbón en 2019. A pesar de la crisis del Covid-19, sus importaciones entre enero y abril de 2020 aumentaron 26,9% frente al año anterior, para llegar a 126,73 millones de toneladas, según estadísticas de SteelGuru Strategic Research Institute.
Durante unos pocos meses del 2020 se produjo el espejismo de una puerta rápida hacia China. Un conflicto diplomático entre Australia y China, causado por el llamado de Canberra de iniciar una investigación internacional en torno a la pandemia de Covid-19, llevó a la interrupción momentánea de importaciones de carbón australiano allí. La oportunidad parecía grande ya que Australia es el cuarto productor mundial.
A causa de la pandemia también hubo una caída en los volúmenes de carga marítima, y con ésta una caída en los precios, que facilitaba el acceso al mercado asiático. Los costos de los fletes, que normalmente están entre 20 y 25 dólares por tonelada entre Puerto Bolívar, en el Caribe colombiano, y el sudeste de China, cayeron en abril a 12,25 y en mayo a 10,80, según cifras de Perret Associates.
Esta ventana de oportunidad, no obstante, se cerró cuando el costo de los fletes volvió a subir: en julio llegaron a 27,25 dólares por tonelada. Varios expertos coinciden en que el costo del transporte dificulta la esperanza de hacer de China un mercado importante para el carbón colombiano. Aunque en el primer semestre de 2020 creció, China sigue representando apenas el 1% de las exportaciones colombianas de carbón.
“Cuando aumentan los precios de los fletes, Colombia está en desventaja porque compite con el carbón australiano, indonesio y ruso”, dice Guillaume Perret. “El carbón colombiano es un proveedor volátil a oriente: cuando los fletes están bajos y hay demanda fuerte, se puede exportar, pero cuando los costos aumentan, no es competitivo”.
El presidente chino Xi Jinping dio otro mazazo a la esperanza colombiana, cuando anunció ante Naciones Unidas en septiembre que China se ha puesto como objetivo llegar a un pico de emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 y llegar a la neutralidad de carbón en el 2060. Eso significa, forzosamente, avanzar en su propia transición energética, como Europa.
El futuro del carbón colombiano
Si bien los compromisos ambientales de Colombia como el Acuerdo de París no están ligados a su producción de carbón, los cambios en la demanda internacional sí dependen de los objetivos climáticos de sus posibles clientes. Esto sucede porque las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático cuentan para el país que quema combustibles como el carbón, pero no para el país que lo produce y lo vende como Colombia.
En lugar de China, la tabla de salvación para el carbón colombiano podría estar en otros mercados emergentes, con Turquía a la cabeza, según varios observadores. El enorme incremento en las exportaciones de carbón colombiano a Asia se debe a que entre 2005 y 2015 las ventas a Turquía aumentaron casi 400%. En 2019 Colombia exportó a Turquía 1.111 millones de dólares en carbón, que representaron el 94,7% de las exportaciones a este país, según cifras del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo.
Hay un problema, en todo caso. Cuando Turquía y otras economías emergentes de las que ahora depende el carbón colombiano, como Brasil y Panamá, también decidan volcarse seriamente hacia modelos de transición energética para reducir sus emisiones, se cortaría también esta línea de salvación.
“No es tanto un asunto de búsqueda de nuevos mercados”, dice Giovanni Pabón, haciendo énfasis en que se trata de problemas estructurales de la industria del carbón nacional y que ve difícil que ésta pueda recuperarse. “Es una mala noticia a nivel económico, pero es una buena noticia para incrementar nuestra creatividad para transformar los trabajos del carbón en energías renovables”, añade.
Al ir perdiendo rápidamente una de sus principales exportaciones, quizás Colombia no tenga más opción que adaptarse o perecer.
Fuente: Diálogo Chino