El dragón chino vs. el elefante indio: geopolítica asiática en el siglo XXI – Parte 2

Puede que los gobernantes de la RPC tengan una aproximación confuciana a los asuntos de Estado, pero su visión de la diplomacia y de la guerra es totalmente “clausewitziana” – confiar en la diplomacia para lograr el mejor resultado posible; pero si es necesario utilizar la fuerza para lograr los objetivos vitales.

El año pasado, se proyectó en el Festival Internacional de Cine de Cannes, la película del joven cineasta asamés Chow Partha Borgohain, 1962: My Country Land, basada en el conflicto sino-indio; una de las raras cintas que tocan el tema, tanto en la RPC como en la India.

Hasta ahora, la RPC ha reaccionado cautelosamente a la política fronteriza de Modi. Por ejemplo, luego de la visita realizada, en el 2016, a Itanagar, capital del estado de Arunachal Pradesh, por el Cónsul general de los Estados Unidos en Calcuta, el Ministerio de Relaciones Exteriores chino señaló que “China e India son sabias y capaces de tratar sus propios asuntos y salvaguardar los intereses fundamentales de largo plazo de ambos pueblos. La intervención de terceros sólo complica la situación y es altamente irresponsable”. Cuando se iniciaron los ejercicios navales combinados entre las marinas de guerra de los Estados Unidos, Japón e India en el Golfo de Bengala, en octubre del 2016, la RPC se abstuvo de criticar directamente a la India, acusando a los Estados Unidos de perseguir una política colonial de divide et impera hacia los dos gigantes asiáticos.

En el mes de octubre del 2016, el embajador de los EEUU en la India, Richard Verma, fue invitado al festival de Tawang, publicando en Twitter una foto de sí mismo con el Ministro Principal de Assam, Sarbanand Sonowal, el Ministro Principal de Arunachal Pradesh, Pema Khandu, y el Ministro del Interior de la India, Kiren Rijiju, frente al monasterio de Tawang. Seis días más tarde, el gobierno indio autorizaba al Dalai Lama a visitar Tawang en abril del 2017.

Después de la visita de Verma a Tawang, China advirtió directamente a la India que las acciones del diplomático estadounidense perjudicarían la “paz y tranquilidad de la región fronteriza China-India”. También repitió su acusación de que los Estados Unidos estaban deliberadamente llevando a la India a una confrontación con China. Hasta el momento, Nueva Delhi no parece interesada en encontrar una fórmula de compromiso sobre la visita del Dalai Lama a Tawang que permita a ambos países “salvar la cara” y poder disminuir la tensión entre ambos por este tema tan sensible.

¿Qué pasará si no lo intenta, o peor aún, si intenta y falla? ¿China tomará algún tipo de acción militar? ¿Si lo hace, cuál podría ser? Para diversos analistas de la región, éstas debieron ser las primeras preguntas que debió plantearse el gobierno indio antes de embarcarse en la política exterior de los últimos tres años.

La RPC hará lo que considere mejor para sus intereses nacionales. Entre el 2009 y el 2015, esto pasaba por minimizar sus diferencias con la India. Ambos son miembros del grupo BRICS y se opusieron a los ataques de los Estados Unidos en Libia y Siria, bajo cubierta de las Naciones Unidas y de la OTAN respectivamente. El objetivo central era posiblemente oponerse a la construcción de un mundo unipolar dirigido por los Estados Unidos; pero debido a la posición india sobre los reclamos de la RPC sobre el Mar de China meridional y su creciente cercanía con los Estados Unidos, esa percepción ha cambiado radicalmente.

China podría sentirse tentada de mostrarle a la India las consecuencias de sus acciones. Esto tendría un doble beneficio. En primer lugar, crearía tensiones internas al interior de la India si logra mostrarle a la opinión pública india que su única aspiración es proteger sus intereses vitales en el Mar de China meridional; y que está dispuesta a dejar “morir” sus reclamos sobre los territorios tibetanos. Por otro lado, serviría para transmitir un mensaje muy claro a todos los estados litorales del Mar de China meridional: la RPC está dispuesta a entrar en un conflicto armado si es necesario defender sus intereses vitales.

Desde que la RPC reactivó la línea de nueva trazos (nine dash line) hace ocho años y declaró que el Mar de China meridional formaba parte de su zona vital de seguridad, los Estados Unidos no sólo han aumentado la presión militar en la región sino también alentado a los países litorales más pequeños a “mantenerse fuertes” contra las demandas de Beijing. China alega que su demanda no ha surgido más que de un deseo de salvaguardar sus intereses en un área de vital importancia para su seguridad económica y militar. Insiste en que no tiene ninguna intención de interferir en la navegación comercial en cualquier parte de la región y sólo requiere que se establezca una zona de identificación militar que cubra la mayor parte del Mar de China meridional. Esta afirmación tiene sentido si tenemos en cuenta su creciente poder económico, sus aspiraciones regional y global, así como el deseo de los Estados Unidos de contener la expansión china.

Beijing ha visto como los Estados Unidos atacaron Irak y Afganistán cuando sus intereses así lo requerían, tomaron la iniciativa de destituir a Gadafi en Libia y proporcionaron los argumentos para intervenir en el conflicto sirio a pesar de las objeciones de varios miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. También ha sido testigo de cómo dos administraciones de los Estados Unidos fueron llevadas al borde de un conflicto con Irán por dos de sus aliados más importantes en el Medio Oriente, Israel y Arabia Saudita.

Puede que los gobernantes de la RPC tengan una aproximación confuciana a los asuntos de Estado, pero su visión de la diplomacia y de la guerra es totalmente “clausewitziana” – confiar en la diplomacia para lograr el mejor resultado posible; pero si es necesario, utilizar la fuerza para lograr los objetivos vitales. Se puede argumentar que ésta ha sido la política de relacionamiento con los Estados Unidos en el Pacífico. Pero a medida que el poderío económico y político de la RPC aumenta y que también se incrementa la capacidad tecnológica de los Estados Unidos para luchar un conflicto a distancia, esta aproximación se vuelve cada vez más insostenible.

Por ejemplo, una de las principales consecuencias de la decisión de la administración Obama de “inclinarse hacia Asia” (Tilt Towards Asia) es que los Estados Unidos cuentan ahora con más de 400 instalaciones militares en un arco alrededor de la RPC; desde Japón y Okinawa hasta Australia. Asimismo, la China sabe que el alcance del mísil estándar de la Marina de Guerra de los Estados Unidos, el Block III – Tomahawk, es de aproximadamente 700 millas (1094 km) y el de las versiones más recientes, el Block IV y V, es aún mayor. Por lo tanto, el 70 por ciento de la industria china se encuentra al alcance de los misiles de la marina estadounidense. Como analizamos en un blog anterior, Consecuencias de la integración Asia Central – China, parte del interés chino por incrementar su profundidad estratégica hacia el Asia Central se debe a estas capacidades tecnológicas de los Estados Unidos y sus principales aliados.

Por lo tanto, es probable que las autoridades chinas recuerden con nitidez cómo la Marina de Guerra de los Estados Unidos destruyó la capacidad militar de Gadafi con sólo 133 misiles Tomahawk. El polo industrial de Shanghai se encuentra a apenas 511 millas de Okinawa.

China inició su cortejo activo de la India justamente porque quería contar con su apoyo diplomático para evitar, o por lo menos suavizar, todos estos diferendos limítrofes. La RPC es consciente de que la India tiene un tremendo “poder blando” (soft power): es una democracia (la mayor del mundo), tiene un mercado enorme y salvo para Pakistán, no representa una amenaza al orden internacional. Por otro lado, hay más de un millón de indios residentes en los Estads Unidos, lo que crea un vínculo indisoluble entre ambos países. En ese sentido, la India podía desempeñar el papel de moderador, al igual que Singapur en el Sudeste Asiático.

Pero el gobierno de Modi abandonó ese rol, obligando a las autoridades chinas a realizar nuevos cálculos estratégicos. Por ejemplo, pueden plantearse las siguientes preguntas: ¿Qué tipo de mensaje es necesario enviar si se concreta la visita del Dalai Lama a Tawang sin restricciones? ¿Qué mensaje deben transmitir a los países del litoral del Mar de China meridional y a los Estados Unidos? ¿Qué opciones válidas existen? ¿Qué mensaje enviaría un conflicto limitado en el Himalaya? ¿Sería posible contener geográficamente dicho conflicto? ¿Cómo reaccionará el mundo?

Por ahora son sólo conjeturas, pero los indios podrían estar cometiendo el mismo error que Pandit Nehru en 1962 si piensan que la RPC se mantendrá de brazos cruzados. Los chinos vienen incrementando las capacidades de sus instalaciones militares en la frontera de Aksai Chin; las autoridades indias estiman que la China ha reducido su capacidad de lanzar una ofensiva de un estimado previo de tres semanas a diez días. Asimismo, la cantidad de ejercicios militares chinos cerca de la “Línea de Control” ha aumentado, así como las misiones de vigilancia no tripuladas (drones) y el número de baterías antiaéreas.

Una de las principales preocupaciones de los planificadores militares indios es que cuando se inicien hostilidades cerca de Ladakh, Pakistán aproveche la situación no sólo para participar en el conflicto sino para enviar Muyahidines a la región de Cachemira. De concretarse este escenario, el ejército indio tendría que luchar en tres frentes de manera simultánea: contra los chinos en el este, contra Pakistán en el noroeste y contra actores no estatales en el suroeste.

Es posible que el cálculo de la RPC sea que un pequeño y rápido conflicto, fácil de ganar, permita mostrar a la opinión pública india el vacío de las promesas estadounidenses; como lo señalan Pravin Sawhney y Ghazala Wahab, autores de un libro reciente, Dragon on our Doorstep. El terreno al norte de la frontera favorece a las fuerzas armadas chinas, tanto en Arunachal Pradesh como en Ladakh. Cuentan además con dos cabeceras de ferrocarril en la frontera con Arunachal Pradesh y pistas cerca de Aksai Chin que pueden ser utilizadas bajo cualquier condición climática. Su capacidad logística es moderna mientras que las fuerzas armadas indias, por razones que incluyen su arsenal nuclear, no han mantenido el mismo ritmo de modernización de sus equipos convencionales.

La única ventaja de la India es que sus bases aéreas se encuentran a menor altitud, lo que permite que sus aviones despeguen con más combustible y mayor cantidad de armamento que sus contrapartes chinas. Sin embargo, su capacidad para apoyar a las fuerzas terrestres indias ha sido severamente erosionada en los últimos dos años por la rápida acumulación de misiles tierra-aire y las sofisticadas capacidades de guerra electrónica (cyber warfare) chinas.

La India ciertamente contará con el apoyo de los Estados Unidos, sobretodo diplomático y quizás algún tipo de armamento. Ninguno de los cuales será capaz de influenciar el resultado del conflicto; no sólo la zona de Tawang, sino gran parte de Ladakh son indefendibles.

La RPC responderá de acuerdo a las características de la visita del Dalai Lama a Tawang. Sobre el particular, es necesario recordar que la primera reunión entre Xi Jinping y Trump, en el retiro de este último en Mar-a-Lago, se concretó el fin de semana pasado. Todo indica que ésta parece haber sido sobretodo una oportunidad para medirse y tener una apreciación más clara de sus respectivas capacidades. Vale la pena estar atentos a los eventos de las próximas semanas; en particular, el tema de Corea del Norte donde la RPC de Xi Jinping parece tener cada vez menos influencia. Así como los Estados Unidos hicieron una demostración de poder en Siria durante la reunión con Xi, es posible una situación similar para los chinos en la región del Himalaya. Al final de cuentas, es necesario enviar un mensaje claro a los interlocutores internos y externos.

http://semanaeconomica.com/haciaasia/2017/04/10/el-dragon-chino-vs-el-e…