La “industrialización” en Bolivia, con la mirada puesta en el exterior
Al iniciar su gestión, el presidente Luis Arce anunció la industrialización con sustitución de importaciones como su principal apuesta, sin embargo, al igual que Evo Morales, se concentró en obtener ingresos fiscales a corto plazo dejando de lado el desarrollo de un aparato productivo propio.
La política de industrialización impulsada por el presidente Luis Arce tiene una obsesión por la exportación que ha eclipsado la necesidad de desarrollar un mercado interno robusto y dinamizar la productividad dentro del país. Carlos Arze, experto en hidrocarburos y economía, señala que los altos ingresos obtenidos de los hidrocarburos no han sido utilizados de manera efectiva para alcanzar los objetivos planteados por el gobierno.
Uno de los pilares de la estrategia gubernamental era la diversificación de la matriz energética y la independencia energética. Y el momento era propicio. El Ministerio de Hidrocarburos y Energías reporta que la renta hidrocarburífera percibida por el país alcanzó a la suma de 42.838 millones de dólares entre los años 2006 y 2021. Ese monto no tiene comparación en el historial de picos de registros estatales.
Sin embargo, según Arze, que es investigador en el CEDLA, “la matriz energética agudizó su carácter fósil, y hoy estamos en una situación lejana a la soberanía energética y nos hemos convertido en importadores netos de energía”.
Esto se debe a que el gobierno de Evo Morales mantuvo la política de monetización acelerada de las reservas de gas a través de la exportación, siguiendo el hilo de los gobiernos neoliberales antecesores. El resultado: ingentes cantidades de recursos para disponer, pero como contraparte una política errática para fortalecer el aparato productivo interno.
Ni en hidrocarburos
A pesar del ingreso disponible en arcas estatales, el discurso de Luis Arce no se hace carne, igual que en toda su función como ministro de Economía del periodo de Evo Morales. Al iniciar su gestión en la presidencia, anunció la industrialización con sustitución de importaciones como su impronta, pero se concentró en obtener ingresos fiscales a corto plazo dejando de lado el desarrollo de un aparato productivo propio.
“Ese carácter tuvo desde su concepción la construcción de las plantas de separación (de líquidos): su producción incrementada de GLP (gas licuado de petróleo) estuvo dirigida a la exportación a otros países y no se pensó en ampliar su utilización en el mercado interno”, apuntó Arze.
Ese camino también siguieron la planta de urea y amoníaco, a pesar de la necesidad de fertilizantes de la agricultura nacional que adolece de escaso rendimiento, y la generación de electricidad basada en el uso de gas natural, a pesar del bajo nivel de consumo eléctrico per cápita en el país.
Y el proyecto en ciernes, la producción de biodiésel como sustituto del diésel de origen fósil, el cual se importa y es subvencionado por el Estado, está sujeto a un incremento importante de la superficie cultivada con especies oleíferas como la palma africana, que no se produce en el país, o el macororó y la jatropha, cuyo cultivo no está masificado.
Arze explica que, “adicionalmente, no se conocen los cálculos económicos del proyecto que certifiquen su eficacia para reducir la subvención estatal; tampoco los resultados proyectados de las inversiones industriales, de la tecnología a emplearse, de los costos agrícolas y de los rendimientos de los tipos de biodiésel en las condiciones particulares”.
“La misma idea de ‘industrialización’ gubernamental es equivocada, debido a que desconoce la necesidad de orientarla a la construcción del mercado interno y a elevar la productividad de las ramas productivas, obsesionada como está por la búsqueda de ingresos fiscales en el corto plazo”, dice Arze. En otros rubros, los proyectos de transformación de materias primas estuvieron afectados por corrupción o irregularidades en su planificación.
La bonanza pasada
El punto es que Bolivia tiene cada vez menos recursos que vender al exterior. Las más recientes noticias desde Argentina hacen prever que ese mercado, uno de los principales compradores del gas boliviano, va hacia su autoabastecimiento pues acaba de inaugurar el gasoducto Néstor Kirchner que llevará el hidrocarburo desde el yacimiento de Vaca Muerta hasta la capital Buenos Aires, primero, y hacia países del Cono Sur, después.
En las expectativas que las autoridades argentinas han lanzado a la prensa, Bolivia figura como uno de los potenciales compradores de gas. Y esto es posible, enumera Carlos Arze, porque la caída de las reservas tiene su causa en contratos de explotación firmados con las transnacionales en 2007 sin la obligación de reponerlas; una inversión sectorial baja y concentrada en la extracción, no en la búsqueda de nuevos reservorios; y una ineficiencia de la inversión en exploración por parte de YPFB y sus socios, como en el caso de Lliquimuni en el norte de La Paz.
Al margen de que los mercados para el gas de Bolivia son inciertos, la propia provisión de gas para consumo interno lo es. La perspectiva de industrializar el país atraviesa entonces uno de sus momentos más débiles, a pesar del discurso insistente del gobierno de Luis Arce.