La mina Alcira y el lugar donde hay más plata en el mundo

Una y otra y otra vez, sorpresivas noticias de primera plana recuerdan que Potosí constituye la región que más plata contiene en el mundo. No se trata de una definición lanzada al calor del chauvinismo. Las diversas teorías de los geólogos consideran que en este punto de la geografía planetaria brotaron colosales venas del mineral argentífero tras el choque de las placas tectónicas que se produjo hace 170 millones de años. Al parecer, hace unas semanas, se confirmó que otra de esas valiosas venas se halla en el municipio de Tacobamba.

Por ello, en estas tierras también están, literalmente, las vetas de plata que han cambiado la historia de la humanidad. Desde Potosí salió la plata que desató la globalización económica y comercial del planeta. Aquí y con esta plata se acuñaron las macuquinas (del quechua makay quna, ‘hecha a golpe’), es decir, monedas que durante siglos funcionaron como la primera divisa, o moneda mundial. Según el historiador Daniel Oropeza, fueron la moneda de cambio legal en EEUU hasta el año 1857.

Mientras que un reportaje de la cadena inglesa History Channel (HC) señala que en esos tiempos tener una macuquina equivaldría a tener hoy un billete de 80 dólares, según el historiador George Wunderlich, también citado por HC, cada año se acuñó un aproximado de 2,5 millones de monedas de plata. Esa riqueza desató un auge económico sin precedentes, las monedas crearon una red de comercio mundial. Se constituyó en el capital originario de varias de las actuales potencias y generó grandes centros económicos bursátiles.

La plata potosina era célebre antes de la llegada de los españoles. Ya había otro “cerro rico”: Porco. Tan rico que, al igual que el mítico Sumaj Orko, no ha dejado de entregar riqueza hasta el presente. Pero no sólo eran dos, la plata abunda en Potosí en tal medida que a la lista se fueron incorporando, entre otras, desde Colquechaca, Huanchaca y Portugalete, hace más de un siglo, hasta San Cristóbal y Mallku Khota, en décadas recientes. Todas, consideradas yacimientos de importancia internacional. De hecho, hoy San Cristóbal está catalogada como la cuarta productora de plata del mundo.

Minas para presidentes

Y el pasado marca igualmente a sus portentos. “Colquechaca (del quechua, ‘puente de plata’) fue un gran distrito productor de plata luego del Cerro de Potosí y Pulacayo —recuerda el historiador Jorge Espinoza en un artículo de El Diario—. (…) En el auge de 1550 a 1600, unas 20.000 personas habitaron el lugar”. Es decir, tenía más habitantes que La Paz y era uno de los centros más poblados del Alto Perú en ese tiempo.

“En la Colonia esta región ya acuñaba su propia moneda de plata y se ufanaba de tener el primer Banco de Rescate de Minerales (1770). El distrito atrajo población y empresas de muchos lugares del mundo”.

Aquella mina siguió produciendo a lo largo del tiempo e incluso se convirtió en uno de los sostenes para financiar los gastos de la Guerra del Pacífico. En el siglo XXI, con menos de 2.000 habitantes fue trabajada por pequeñas cooperativas que todavía producen el argentado metal. En ese entonces, uno de sus principales propietarios fue el expresidente y empresario minero Aniceto Arce. Y justamente Arce expandió sus propiedades mineras hacia Colquechaca tras haber hecho fortuna en Huanchaca-Pulacayo, la otra gran mina de plata.

Arce fue uno de “Los Barones de la plata” sobre los que escribió Antonio Mitre. En su libro señala que Huanchaca ya había sido explotada por los españoles, pero que tras la sublevación de Tupaj Amaru (1780), los indígenas optaron por cubrir aquel yacimiento. Fue redescubierto en 1833 y, tras una serie de emprendimientos y negociaciones, hacia 1840 acabó en manos de Arce. Valga citar que el exmandatario llegó a ser un magnate de talla internacional.

El historiador Mariano Baptista escribió: “Fue tan enorme la riqueza de Huanchaca y tan próspera la empresa, que, según datos fehacientes, el año 1884 las acciones de esa Compañía se cotizaban en la bolsa de París en no menos de diez mil francos. Y aún más: por esa época Arce había ampliado sus actividades industriales. Intervenía en la mayor parte de los negocios o empresas mineras de consideración en Bolivia. Organizó las empresas Colquechaca, Gallofa, San Antonio de Lípez, La Consolidada, Mesa de Plata de San Antonio y otras que alcanzaron apreciable desarrollo. De este modo, la fortuna de Arce, allá por 1883—1884, estaba calculada en más de ocho millones de pesos bolivianos de buenos peniques”.

Varias de las minas de plata potosinas encierran la historia de un magnate presidente. Así como Arce hizo fortuna, especialmente, con Huanchaca y Colquechaca, Gregorio Pacheco, su sucesor en el cargo, pero antecesor y socio en los negocios mineros, colmó sus arcas con Portugalete, otra mina argentífera potosina, se halla ubicada en el municipio de Atocha, y también explotada desde tiempos precolombinos. Tanto Huanchaca, Colquechaca como Portugalete tomaron parte de la posta del Sumaj Orko, cuando éste empezó a declinar su inacabable producción. El trío de barones de la plata lo conformó José Avelino Aramayo, socio en varios de los emprendimientos de este metal con Arce y Pacheco.

Minas para empresas

En los siglos XX y XXI, así como Arce y Pacheco en el XIX, una de las colosales minas de plata generó la fortuna de otro magnate–presidente. “Los yacimientos de Porco, ubicados a 30 kilómetros al sur de la ciudad de Potosí, han sido la base de la fortuna de Gonzalo Sánchez de Lozada y Antonio Sánchez de Lozada”, escribe Andrés Soliz Rada, en su célebre libro La fortuna del Presidente. El destacado exministro, parlamentario y periodista realiza una minuciosa y documentada descripción de las movidas legales y económicas de aquella apropiación.

Lo denunciado en dicho texto nunca fue, siquiera, negado, menos rebatido o denunciado por el exempresario y mandatario. Ello, pese a que el texto fue publicado a mitad del primer gobierno de Sánchez de Lozada. Nunca se pudo establecer a cuánto asciende la fortuna del expresidente, hoy de 92 años y auto exiliado en Estados Unidos. Sin embargo, su pertenencia a los consejos accionarios ejecutivos de diversos consorcios internacionales permite deducir un peso económico singular. Y, precisamente, con la era de Sánchez de Lozada también empezaron a emplazarse en torno a los grandes yacimientos argentíferos potosinos los consorcios transnacionales.

Allí ha destacado la ya mencionada San Cristóbal que hasta este enero fue explotada por la japonesa Sumitomo, que la transfirió a la canadiense San Cristóbal Mining Inc. Pero, además, se lanzaron iniciativas como Mallku Khota. Entre 2003 y 2008, la también canadiense South American Silver se adjudicó la explotación de los yacimientos de aquel reservorio ubicado en el municipio de Sacaca. Se lo presentó entonces como uno de los más ricos del continente. La transnacional perdió la concesión en 2012, tras intensas protestas de los pobladores de la región ante los daños medioambientales que causó. Se trata tan sólo de algunos de los casos más destacados. Las venas de plata potosinas han atraído y atraen en estos tiempos a varios otros consorcios.

La nueva esperanza    

Así, hace casi tres semanas, otro nombre, o sea, más brillo plateado, se sumó a la lista. Probablemente todos los medios del país abrieron ediciones con el anuncio realizado por la compañía canadiense New Pacific Metals Corp, el 9 de enero. Según un estudio preliminar desarrollado por dos consultoras que contrató la empresa, la mina Alcira alberga 171 millones de onzas de plata. Este yacimiento se halla ubicado en el municipio de Tacobamba. Para variar, el representante de la empresa, Rui Feng, declaró que Alcira podría convertirse en una de las minas de plata más grandes del mundo.

Las previsiones de altos ingresos y beneficios sociales para la tierra de la plata volvieron a aflorar junto con el anuncio. Se calcula que la mina alcanzaría 14 años de vida altamente productiva. Los ingresos totales previstos por la explotación del yacimiento bordean los 3.800 millones de dólares, es decir, 270 millones al año. Es más, el asambleísta departamental Marco Antonio Copa, sostuvo que, según informes preliminares, Potosí percibirá por regalías alrededor de 121 millones de bolivianos. Copa, miembro de la comisión de Minería, además, declaró al diario El Deber que lo primero que hará la empresa es la contratación de mano de obra boliviana. De acuerdo al asambleísta potosino, de manera directa, se demandará unos 800 trabajadores.

Hasta ahí todo bien, salvo que la propia recurrencia de los descubrimientos y relanzamientos de las grandes minas potosinas también nos recuerda otro fenómeno conocido. A ciencia cierta no se sabe quién se quedó con las ganancias que debían beneficiar a Potosí. De los miles y miles de millones que ya produjeron las minas de plata más ricas del planeta pareciera que los porcentajes que, por lo menos, le correspondían a esta tierra se evaporaron. Tampoco queda muy lejos la reflexión si se la extiende al país.

“Siempre me llama la atención cómo un departamento tan rico no convierte esa riqueza en bienestar para su población —reflexiona el analista Héctor Córdova—. Si revisamos las regalías que recibió en estos últimos 17 años, suman cerca de 1.500 millones de dólares. ¿En qué se han transformado? Eso me llama la atención”.

Córdova es ingeniero metalúrgico y expresidente de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) y señala las fallas crónicas tanto en las políticas de tributación como en la administración de los recursos recibidos. “Quienes elaboraron la Ley Minera, los años 2013 – 2014, y la plasmaron en un instrumento regulatorio definieron cuánto debe ganar el Estado y cuánto la empresa -recuerda-. Pero viendo la realidad hoy, parece que no tuvieron una visión de largo plazo y hoy el Estado gana muy poco”.

Los legados de la plata

Ni duda cabe. Basta recordar cómo en marzo de 2010, el propio ministro de Minería, José Pimentel señaló a los medios en tono desalentado: “San Cristóbal es una empresa grande, por día saca 48 mil toneladas de concentrados de mineral, es una explotación intensiva, sus ingresos deben estar bordeando los mil millones de dólares y la tributación no pasa los 35 millones de dólares (lo que representa el 3,5 por ciento)”.

Coincide con Córdova el investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), Alfredo Zaconeta. En ese marco resume una evaluación en el tiempo: “Todas las operaciones mineras que han transitado por Bolivia siempre dejaron un sinsabor. Nunca legaron una tributación o algo que pueda considerarse propio, en comparación con la magnitud de los yacimientos y los volúmenes de explotación con los que se los ha mostrado”.

El analista recuerda que, en 2006, se lanzaron duras críticas a ley minera que impuso Sánchez de Lozada que tomaba techos muy bajos frente a la cotización de los minerales. Pero eso fue consolidado por la actual ley minera 535, promulgada por el Gobierno de Evo Morales que ratificó los mismos techos y parámetros regalitarios mineros. “Es decir, pese a que las cotizaciones subieron mucho más en la última década, los techos y porcentajes seguían siendo los mismos –explica Zaconeta. De nada sirvió la bonanza de precios altos con yacimientos tan expectables sea con la plata, el oro u otros minerales”.

Los expertos consultados alientan la necesidad de que se revise a futuro los sistemas de tributación. Córdova señala que para el presente no queda otra que respetar las reglas con las cuales decidieron invertir empresas, como la New Pacific Metals. Pero, además, remarcan la crónica demanda de la formación de industrias complementarias y servicios asociados, así como otro tipo de instalaciones que trasciendan la mera explotación extractivista. Así la plata potosina se multiplicaría no sólo a partir de sus prodigiosas vetas.

Es más, las transnacionales suelen también dar lecciones de hasta cómo ganar con plata imaginaria. Algo sobre lo que también alerta Zaconeta. “Todavía, lo de la mina Alcira es un estudio preliminar, estos suelen a veces ser sólo jugadas para mejorar las cotizaciones en las bolsas de valores”, ha recordado. Mientras que surge otro valor nada despreciable a tomar en cuenta: Potosí es más que plata.

Lo tangible

Córdova, Zaconeta y Pimentel (en un reciente artículo de opinión) recuerdan la singular composición de la tierra del Sumaj Orko y base del capital originario de la actual economía mundial. Junto a la plata hay plomo, estaño, zinc, wolfram, oro, bismuto, cobalto… Más aún, en Potosí está también revuelto o integrado a esos minerales el oro tecnológico del siglo XXI, es decir, las tierras raras. Y, para variar, sabido es que está el litio. Es la tierra de plata más rica del mundo y mucho más. Pero, por ahora, el legado es peor que pobre o nulo.

Soliz Rada, al revisar las crónicas españolas, reacciona conmovido ante las descripciones del entorno de Porco. Luego lamenta la devastación que una región habitada entonces por incontables venados, guanacos y perdices, sufrió a lo largo de los siglos. Mallku Khota (la laguna del cóndor, en quechua) experimentó la pérdida de las lagunas de las que precisamente bebía el rey de los Andes y se proveían los campesinos. Y San Cristóbal, para completar los ejemplos, ha sido acusada de consumir tanta agua como la que satisface a la población de Oruro, cada día. El “legado” tangible de tanta plata, por ahora, es básicamente la contaminación ambiental.

Publicado en: Los Tiempos