Los Tiempos • ¿Cuánto avanza Bolivia hacia el fin de la era del petróleo?
El cambio hacia las energías renovables se hace cada día más intenso en el planeta. Es uno de los cambios más importantes de la historia. El mundo marcha hacia una era donde se haya disminuido radicalmente el consumo del petróleo y los combustibles contaminantes. Queda mucho camino por recorrer, pero las señales provienen de diversas potencias inmersas en una implícita competición extendida al resto del planeta. Una competencia en la que Bolivia parece guardar un muy discreto lugar.
Es un mundo donde, por ejemplo, China, la segunda potencia mundial (y aspirante a primera), se convirtió en líder indiscutible de las energías renovables. Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en menos de tres años, China aportó a su producción total nada menos que 286.484 Toe de energía renovable. Eso es más que toda la Unión Europea junta, que contribuyó con 216.687 Toe renovables a su total de electricidad. Toe, valga la aclaración, significa tonelada de petróleo equivalente.
En ese escenario, el coloso asiático ya produce más energía solar y eólica que EEUU que le sigue relativamente cerca. Por ejemplo, China genera cerca de 70 Teravatios por hora (TWh) de energía solar mientras que EEUU supera los 62 (TWh), o sea se miden en billones de vatios. Sin embargo, la OCDE destaca que Estados Unidos lidera la competencia en lo que a combinación de tecnología de punta y energías alternativas se refiere. Es decir, el mundo va girando en base a otra propulsión. Tanto que, por ejemplo, hasta ya hay países donde la mayor parte de su energía proviene de fuentes inagotables. Es el caso de Alemania que en marzo de 2019 llegó a producir el 65 por ciento de su electricidad a partir de fuentes como la solar o la eólica.
Ventajas notables
¿Cómo se encamina Bolivia a ese mundo cada vez más del presente que del futuro? De principio, los expertos destacan un factor singular: el país, para variar, goza de un potencial excepcional para la producción de energías renovables. Tiene abundantes recursos como para generar energía solar, eólica, hidroeléctrica, geotérmica así como biocombustibles. Una especie de paquete completo en cuanto a capacidad energética.
“Bolivia se presenta como el país con mejores posibilidades en el continente para la producción de energías limpias –explica el experto Justo Zapata Quiroz–. Especialmente en tres tipos: solar, hidroeléctrica y eólica. La región altiplánica, por ejemplo, recibe junto al salar de Atacama la mayor cantidad de radiación solar del mundo. Ello porque está cerca de la línea del Ecuador y a más de 3.500 metros sobre el nivel del mar. El nivel es de más de 9 kilovatios por metro cuadrado por día (KWh/m2/d), mientras que en Alemania, por ejemplo, es de 3 KWh/m2/d”.
Zapata también destaca el potencial hidroeléctrico. En este caso, la región del subandino, por extenderse desde la cordillera hasta los llanos orientales, cuenta con un gran número de caídas de agua. Éstas se constituyen en potenciales generadoras de energía hidroeléctrica. Según datos del Ministerio de Energía e Hidrocarburos, el potencial hidroeléctrico boliviano es de 42.000 megavatios (MW), equivalente a la energía que transportarían nueve gasoductos a Brasil.
“Las grandes superficies planas del altiplano y los llanos orientales también son una fuente de energía gracias a la fuerza de los vientos que se producen en su interior”, añade Zapata. En esas zonas los vientos alcanzan promedios de entre 4,5 y 5 metros por segundo (m/s). Es decir, la medida más alta en una tabla energética que va de 0,9 a 5,0 (m/s). A todo ello se suman potenciales de producción de biocombustibles y, por otra parte, energía geotérmica de fuentes ubicadas en Oruro y Potosí.
Escaso avance
¿Qué tanto ha avanzado Bolivia hacia el aprovechamiento de estos recursos considerados inagotables? En lo que a energía se refiere, el país especialmente en las dos recientes décadas, profundizó su dependencia de los hidrocarburos. La bonanza registrada entre 2005 y 2014 tuvo como base las exportaciones de petróleo y, sobre todo, gas natural y desató expectativas, al parecer, sobredimensionadas.
Sin embargo, a fines del año 2014 empezó un bajón debido a la caída de las cotizaciones internacionales de los hidrocarburos. A ello se sumó la reducción de las reservas y una sostenida frustración en cuanto a la búsqueda de nuevos yacimientos. Por lo tanto, las rentas bajaron. Según datos de la Fundación Milenio, la caída más aguda en la producción de gas y petróleo bolivianos se produjo en 2019.
En un lustro, el descenso en la producción de petróleo llegó a -30,4 por ciento y de gas natural a -23,9 por ciento. Peor aún, en 2020, la pandemia del coronavirus agravó la situación. Los dos principales mercados de exportación, Brasil y Argentina, disminuyeron sus demandas de gas natural. El valor de las exportaciones de gas natural cayó -13,5% en 2020. Además la misma causa, que paralizó las actividades durante más de dos meses, indujo a que la demanda interna también baje. El escenario energético es considerado por los expertos como altamente crítico.
¿Y las energías alternativas y su notable potencial en Bolivia? Pues no han sido muy aprovechadas que se diga, pese al megaplan de hacer del país un “centro energético sudamericano”. De acuerdo a un análisis de la Fundación Solón, publicado en agosto de este 2020, la matriz energética boliviana es alimentada en un 93 por ciento por combustibles fósiles.
La misma fuente señala que “el consumo interno de energía está distribuido de la siguiente manera: petróleo y derivados representan el 58,5 por ciento, el gas natural 26 por ciento, la biomasa el 4 por ciento y la electricidad representa el 11,5 por ciento. De este último, 11,5 por ciento de electricidad, 8,6 por ciento es producido por fuentes no renovables y 2,9 por ciento por fuentes renovables; y el sector que más consume electricidad es el residencial con un 41 por ciento”.
Según informes de la Autoridad de Electricidad (AE), hasta 2018 el 66,5 por ciento de la potencia instalada correspondía a las termoeléctricas que funcionan a gas natural y diésel. Las hidroeléctricas representaban el 24,7 por ciento, las fuentes eólicas el 1,1 por ciento, las plantas fotovoltaicas y de biomasa el 2,5 por ciento y el 5,3 por ciento, respectivamente. Para el mismo año en términos de generación eléctrica estos porcentajes variaron: las termoeléctricas produjeron un 69 por ciento de electricidad, las hidroeléctricas 28,2 por ciento, las eólicas 0,6 por ciento, la solar 1,3 por ciento y las plantas que funcionan a biomasa 0,8 por ciento. Es decir, que al 2018, las energías renovables generaron apenas el 2,7 por ciento de la electricidad en Bolivia.
Prioridades equivocadas
“Llama la atención que nuestro país presenta un excedente en la producción de energía eléctrica, pero basado en el agotamiento de sus reservas de hidrocarburos –dice el ingeniero químico especializado en energías Aníbal Siles–. En el continente países como Costa Rica, Uruguay, Chile y, ni qué decir, Brasil han dado pasos firmes hacia las energías alternativas. Pero acá ese potencial ha sido muy relegado. Adicionalmente, el excedente aún no ha podido ser vendido a ningún comprador externo. Hay demasiados contrasentidos”.
En efecto, según la AE, en Bolivia, la potencia instalada llega a 2.855 MW. Sin embargo, la demanda total de energía eléctrica en el país para el año 2018 subió a 1.582 MW. En otras palabras, basta la producción de las termoeléctricas, 1.855 MW, para cubrir la demanda nacional de electricidad.
¿Cuánto se ha avanzado en el aprovechamiento de los recursos de energía alternativa? Hasta fines de 2019, Bolivia sólo contaba con cinco plantas de energía solar, y una más en construcción. La potencia instalada de estas plantas llega a 120,6 MW. En cuanto a la energía eólica, sólo hay dos plantas en funcionamiento que tienen 27 MW de potencia. Otras tres plantas están en construcción permitirán un incremento de 108 MW para un total de 135 MW. Hay dos proyectos eólicos y otros dos solares más en estudio.
En el caso de las hidroeléctricas, una potencia de casi 500 MW suma a cerca de 10 plantas construidas. Cuatro se hallan en construcción. Mientras que se han iniciado estudios para 18 proyectos. Sin embargo, el aparente boom hidroeléctrico ha generado diversos cuestionamientos.
“Después de las termoeléctricas las fuentes más reñidas con el medioambiente suelen ser las hidroeléctricas –explica Siles–. Sólo algunas de tamaño modesto y en ubicaciones muy bien estudiadas no causan mayores problemas. En cambio las grandes suelen desatar verdaderas catástrofes. Sus costos pueden llegar a ser muy altos y la construcción muy lenta. Al margen de los riesgos que los alterados ciclos del agua traen”.
El futuro es hoy
Las fuentes consultadas lamentan la escasa importancia que hasta el presente el país le ha brindado a las energías que marcan el cambio de era en el mundo. Y demandan políticas de Estado que permitan proyectar ese notable caudal de energía desaprovechado a áreas como el transporte, el desarrollo agroindustrial y el bienestar social en general. Mientras tanto, una creciente producción de vehículos y artefactos sofisticados así como proyectos de fuentes alternativas para la energía que los alimenta se multiplican por el planeta.
“No sólo en Alemania, Dinamarca o Francia se ven desde vecinos que tiene facilidades para producir, consumir y hasta vender su propia energía –explica Siles–. En nuestro entorno sudamericano ya se está avanzando en ese sentido. La industria automotriz se halla a punto de dar el gran salto. Ya hay baterías que se agotan al millón de kilómetros de recorrido. Con todo el potencial que tenemos y la crisis que hay, urge una revisión de esta materia por parte de nuestras autoridades de todos los niveles”.
Fuente: Los Tiempos