Presencia de chinos en Bolivia (Columna)

Presencia de chinos en Bolivia (Columna)

POR: DEMETRIO REYNOLDS

Para los “populismos autoritarios”, China se quedó en el pasado; no saben que a partir de los años 80 dio un giro espectacular hacia el capitalismo, para no hundirse como los otros. Saben que los negocios son negocios. El dictador chino Den Xiaoping fue quien lanzó la famosa frase de pragmatismo: “No importa el color del gato, con tal de que cace ratones”. No es que han abandonado la doctrina comunista; sólo han puesto por delante la economía; la ideología viene después. No a la inversa, como sucede en Bolivia.

Una de las características de los chinos –en China– es el respeto a la autoridad y a las normas que rigen su vida pública y privada. Y aquí son otra cosa. Sin mayores detalles, anotamos en seguida algunos casos que publicó la prensa. El cuento chino de las barcazas es antiguo: ¡Quien creyera! Bolivia pagó por adelantado unos 30 millones de dólares, y nunca ha visto las tales barcazas ni los verdes. “Una fiscalía reveló que chinos vendieron maquinaria sobrevaluada y se fueron”; “las empresas chinas maltratan a nuestros obreros y desconocen elementales normas laborales bolivianas”.

Pero la Camce se llevó la flor. No hay muchas en el mundo con sus características. No rechaza nada; tiene la voracidad de un pulpo. Participó en el reparto de una truculenta telenovela nombrando gerente comercial a una joven mujer, la misma que logró amarrar contratos millonarios con el Estado, y, de paso, por casualidad, tuvo un hijo con el jefazo. De estos hechos se desprende una hipótesis: sin el tráfico de influencias ejercida por dicha mujer, no se hubieran firmado los contratos. Pero aunque tantas veces se mencionó a la empresa china, ésta no se dio por aludida. Y la Fiscalía, tan ágil en otros casos, parece que por miedo guarda silencio.

No es menos significativa la presencia de los chinos en otro ámbito. Como se recordará, Morales expulsó a varios organismos norteamericanos, incluso al embajador. Fue su audacia más aplaudida porque –supuestamente– le asestó un duro golpe al enemigo. Sin embargo, pese a las expulsiones, la sombra fatídica del imperio nunca dejó de perseguirlo, y la soledad no dejó de ser la otra sombra. “Ahora ya no estamos solos”, dijo en estos días después de entrevistarse con un alto funcionario chino.

La alusión despejó las dudas. En la práctica el trueque ha sido un imperio por otro, el del “sol naciente” ha reemplazado al norteamericano. Morales podía hacer suya aquella frase del expresidente Wálter Guevara Arce: “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Y es evidente que ninguna potencia va a ninguna parte por generosa. Diríase que con el cuantioso crédito chino (algo así como 10 mil millones de dólares) Bolivia se está poniendo con sus manos un dogal peligroso, sin haber resuelto el problema de la dependencia: “No se trataba de cambiar de amo sino de dejar de ser perro”, como dijo alguien.

El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
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