China compra Europa

Compañías tecnológicas punteras, clubes de fútbol o edificios icónicos,no hay activo europeo que desagrade a China. Pekín ha acelerado su ritmo de adquisiciones en el Viejo Continente cuando el de su economía se ha atascado, lo que habla de un proceso pertinaz y sin visos de caducar. “Parece que la lista de compras de los chinos es enorme”, resumió recientemente Joerg Wuttke, presidente de la Cámara de Comercio de la UE en Pekín.

China exhibe su músculo financiero en todo el mundo. Su inversión aumentó un 18,3% en el 2015 y ya concentra el 10% del total. Ha desbancado a Japón como segundo inversor y relevará de la cima a Estados Unidos en el 2020, calculan los analistas. Europa no había merecido mucho interés de China a principios de siglo pero la crisis de la deuda soberana ofreció la oportunidad de masivas compras de eurobonos o de infraestructuras en países muy castigados. El puerto griego de El Pireo es un ejemplo. Desde entonces, el frenesí. La inversión creció de los 6.000 millones de dólares del 2010 a los 55.000 millones de dólares en el 2014, según un estudio de Baker & McKenzie y del Grupo Rhodium. La inversión extranjera directa se disparó un 4% en el 2015 y este año, con 61,700l millones de dólares hasta agosto, se espera un nuevo récord.

“Lo que hace tan atractivas a las compañías europeas es la marca, la investigación y desarrollo, los canales de distribución y sus bajos precios. La tendencia continuará porque las compañías chinas necesitan mejorar sus productos para satisfacer a la emergente clase media”, señala por ’email’ Oliver Rui, profesor de Economía de la Escuela de Negocios CEIBS.

CONCENTRACIÓN DE INVERSIONES
Europa concentra un 19% de las inversiones extranjeras chinas mientras Estados Unidos se queda con el 13%, según el ‘think tank’ Bruegel. Su apetito sobrevuela las brechas geográficas, históricas, idiomáticas, culturales o sociales que asustan a otros empresarios. Resume la problemática el Edificio España de Madrid comprado dos años atrás con toda la fanfarria por el Grupo Wanday vendido ahora después de una fragorosa negociación con el Ayuntamiento para que le permitiera las reformas planeadas.

China focalizó el interés hasta el 2012 en el sector bancario, la energía solar, las comunicaciones o la industria automovilística. Las compañías chinas acumulan dos décadas en Asia y África buscando recursos naturales y en los últimos años han echado el ojo a las pequeñas y medianas empresas europeas que poseen las más modernas tecnologías y un precio asequible de compra. Ese viraje en busca del ‘know how’ se evidencia con la compra de Kuka, el gigante alemán de la robótica, por la multinacional china de electrodomésticos Midea.

La tecnología es la pieza del puzzle que le falta a Pekín, opina Juan Pablo Cardenal, autor de varios libros sobre la inversión china en el mundo. “Tienen el mercado, el dinero y los recursos humanos, pero les falta la tecnología. Hay múltiples ejemplos de que ese déficit no es tan fácil de cubrir. Uno de ellos el del automóvil. Llevan más de 30 años con ‘joint ventures’ con las grandes marcas, pero aún no son capaces de hacer un coche que se pueda vender en el mercado occidental”, señala por ’email’.

Al fenómeno también contribuye la política. Las relaciones con Europa son menos ásperas que con Estados Unidos, cuya rivalidad geopolítica estimula pugnas con frecuentes consecuencias económicas. En el germen de las compras está la voluntad de Pekín de que sus gigantes abandonen la comodidad de su vasto mercado interior y se peleen por el global. El 70% de la inversión china en la UE el pasado año vino de empresas estatales, según el ‘think tank’ alemán Merics. Algunas voces lamentan que los fuertes lazos gubernamentales y la falta de transparencia alisan el camino a los líderes populistas y proteccionistas.

China acababa de adquirir también en Alemania la compañíaAixtron, otra empresa líder, lo que explica la ansiedad ante la certeza de la nueva era. El constructor de automóviles sueco Saab, el fabricante de neumáticos italiano Pirelli o el operador turístico francés Club Med, por hacer la lista corta, ya están en manos de empresas chinas. Su llegada supone la inyección de capital para las agonizantes compañías autóctonas y la entrada a un marcado chino tan vasto como complejo.

PÉRDIDA DE BUENOS ACTIVOS

Pero también alimenta el temor a que Europa esté perdiendo sus mejores activos. China carece de buena prensa en Occidente y el relevo se observa con preocupación. Se alude a su expansión como una invasión, conquista, saqueo y otros términos bélicos. Ocurre que la UE carece de un organismo para rechazar la inversión extranjera por motivos de interés general o seguridad nacional como los que en Estados Unidos y Australia han frenado compras chinas en los últimos meses. La decisión queda en manos de los gobiernos nacionales sin que China sepa a qué atenerse. El presidente Francois Hollande frenó la adquisición de la cadena francesa Accor por el grupo Jin Jiang. La primera ministra británica Theresa May aplazó la construcción de una planta nuclear china ya pactada antes de volver a aceptarla. Y su homóloga alemana, Angela Merkel, no se opuso a la operación de Kuka a pesar de la ansiedad social que provocó la segunda venta similar en apenas unos meses.

España, sin una tecnología tan potente, recibe la inversión china atomizada en diferentes sectores y sin un patrón claro. Con Europa comparte la tendencia alcista, según los datos del Ministerio de Economía: la inversión bruta en España fue de 526 millones de euros en EL 2013, de 610 en 2014 y de 1.477 el pasado año, lo que supone una subida superior al doble.

Cuestión de reciprocidad
La barra libre en Europa para las compañías chinas es un doloroso contraste con el hambre impuesta a sus homólogas europeas en el gigante asiático. La falta de reciprocidad es el terco lamento de los empresarios europeos que encuentran las puertas solo entreabiertas o cerradas por completo en muchos sectores que China entiende como sensibles con un criterio muy flexible. “Es normal que un inversor chino compre un aeropuerto europeo, pero es inimaginable que eso ocurra aquí”, resumía recientemente Joerg Wuttke, presidente de la Cámara de Comercio de la UE en Pekín. La organización ha definido el contexto actual como un “win-win” solo para una parte. Si Pekín no levanta las barreras, advierte, la UE podría limitar la entrada del capital chino porque la situación se desliza hacia “lo insostenible”. Similares argumentos se han escuchado desde el empresariado alemán, que lee cotidianamente sobre adquisiciones chinas en su país.

El cuadro que denuncian las compañías europeas también contrasta con el encendido discurso a favor del libre comercio pronunciado en la reciente cumbre del G-20 en Hangzhou por el presidente chino, Xi Jinping. El proteccionismo, alertó, estaba amenazando la recuperación global. Las operaciones acumulan récords en una dirección mientras se desinflan en la otra. La inversión europea en China cayó a 9.300 millones de euros en el 2015, lo que supone una rebaja del 9%. No ha habido este año aún ninguna reseñable operación en el sector manufacturero, tradicional anzuelo para la inversión global.

El 55 % de los empresarios encuestados por la Cámara de Comercio de la UE en China opina que los tiempos dorados ya han quedado atrás y pronostican complicaciones en prácticamente todos los sectores. A las barreras de entrada se suma la volatilidad del yuan y nuevas regulaciones muy estrictas sobre internet como causas del pesimismo.

China ocupa el puesto 84 (emparedado entre Arabia Saudí y Ucrania) en a clasificación del Banco Mundial sobre la facilidad para hacer negocios y el penúltimo en las restricciones a la inversión extranjera, según la lista de la OCDE.

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