El problema de la deuda en el capitalismo global y en el Ecuador
La caída de los precios del petróleo ha hecho sonar varias alarmas en el Ecuador. El Gobierno se ha visto obligado a recortar más de 1.400 millones de dólares en el presupuesto del 2015. Esta coyuntura económica también ha reavivado la discusión sobre los préstamos que China concedió al país.
El presidente Rafael Correa considera que si el capital chino ayuda al Ecuador a avanzar en su proceso de modernización es bienvenido en la medida en que, desde su punto de vista, se trata de un negocio en el que ganan ambas partes. Otros analistas no son tan optimistas y piensan que estos créditos son demasiado costosos para el Ecuador. Según ellos, las tasas de interés de los bancos chinos giran alrededor del 7% y son más caras que las que ofrecen los bancos multilaterales como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo o la Corporación Andina de Fomento que están al rededor del 4.5%.
Además, según varios de estos críticos, China no únicamente consiguió a su favor unas tasas de interés bastante altas, sino también una venta anticipada de petróleo como garantía de los desembolsos, hecho que le ha permitido revender el petróleo ecuatoriano y sacar beneficios extras.
Más allá de la bondad o perjuicio de los préstamos chinos para el Ecuador, me gustaría reflexionar sobre el rol que cumple la deuda en la geopolítica del capitalismo contemporáneo.
Para ello quisiera recuperar “Capitalismo como religión”, un pequeño texto póstumo de Walter Benjamin escrito en 1921. De acuerdo con Benjamin, el capitalismo como religión tiene tres características fundamentales:
1) Se trata de una religión de culto y quizás la más extrema en la historia de la humanidad. El capitalismo como culto no tiene dogma ni teología y todas las cosas tienen su significado en relación con el culto.
2) Trae consigo un culto permanente en tanto cada día es un festín en un sentido terrible. En este culto, no hay día de descanso en tanto demanda la adoración de los fieles en todo momento.
3) Se trata de un culto en el que la culpa o la deuda lo atraviesa todo; esto es, el capitalismo crea una culpa universal sin posibilidad de expiación o alivio. Según Benjamin, el capitalismo como religión no tiene precedentes en la historia de la humanidad en la medida en que ofrece no la reforma de la existencia, sino su destrucción.
El pensador italiano Giorgio Agamben recupera los aportes de Benjamin para analizar la hegemonía del capital financiero en la actualidad. En 1971, según este autor, ocurrió un hecho que marca la historia contemporánea. El presidente estadounidense, Richard Nixon, abandonó el patrón oro y decretó la convertibilidad del dólar. El dinero, de este modo, se emancipó de cualquier referente externo sea oro, plata u otro metal, para referirse a sí mismo y el dólar se consolidó así como la divisa que sustenta la economía global. En el Ecuador, en el año 2000, el gobierno neoliberal de Jamil Mahuad decretó la dolarización mediante la cual el país adoptó el dólar como moneda y perdió la capacidad de imprimir moneda nacional.
En el capitalismo como religión, hay dos parejas de términos importantes: la primera deuda y culpa; la segunda, fe y crédito. En alemán, el término shculd significa tanto culpa como deuda. De acuerdo con mi profesor, Hermann Herlinghaus, en el argumento de Benjamin, la deuda es la forma en la que el capitalismo expande la culpa. Agamben, por su parte, da cuenta de la relación entre las palabras fe y crédito a partir del vocablo griego pistis, término en el que confluyen las dos palabras mencionadas. Según el pensador italiano, “la fe no es más que el crédito que gozamos ante Dios y del que la palabra de Dios goza en nosotros desde el momento en que creemos en él”. Agamben sostiene que en el capitalismo como religión, “la fe –el crédito ha sustituido a Dios. En otras palabras, en tanto que la forma pura del crédito es dinero, es una religión cuyo Dios es el dinero”.
Es PhD por la Universidad de Pittsburgh y tiene una maestría en estudios de la cultura en la Universidad Andina Simón Bolívar y una licenciatura en historia en la PUCE. Es profesor en Whittier College, California, Estados Unidos.
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