Peces del Magdalena, ¿atrapados por las hidroeléctricas? (BLOG EL RÍO. EL ESPECTADOR)

PALABRAS CLAVE: COLOMBIA: MEGAPROYECTOS HIDROELÉCTRICOS – RÍO MAGDALENA – 

MARÍA PAOLA RUBIANO (BLOG EL RÍO. EL ESPECTADOR) 2019-02-05

Según la organización The Nature Conservancy, si el país insiste en construir las 97 represas que tiene planeadas en esa zona, estos proyectos podrían acabar con el 44 % de los sitios de reproducción de los peces migratorios de la cuenca.

Mientras lee esto, millones de peces del río Magdalena y sus afluentes están nadando río arriba en busca del mejor lugar para reproducirse. Bocachicos, bagres, nicuros, capaces y doncellas llevan varias semanas subiendo desde las ciénagas del Bajo y Medio Magdalena, incómodas para ellos por la falta de lluvias: el agua está caliente y baja, lo que hace que la competencia aumente, pues hay menos espacio para los mismos individuos. Antes, con las lluvias de septiembre y los meses posteriores, estos peces migratorios vivían, descansaban y engordaban tanto como podían en estos ecosistemas ricos.

Desde siempre, la vida de las 21 especies migratorias ha estado entrelazada con los pulsos del Magdalena y sus afluentes. Pero la construcción de proyectos hidroeléctricos a lo largo y ancho de la cuenca —hoy ya hay 35 represas— ha puesto en peligro esa delicada relación y, a mediano plazo, podría poner en riesgo la continuidad reproductiva de estos peces, que representan el 50 % de la pesca continental de Colombia. Es decir: uno de cada dos pescados de agua dulce que se comen los colombianos salió de algún lugar de la cuenca del Magdalena.

Silvia López, bióloga experta en peces en The Nature Conservancy (TNC), cree que hay una idea errada, o al menos exagerada, sobre la sostenibilidad ambiental de los proyectos hidroeléctricos. “Especialmente en los países del tercer mundo, se han vendido como una energía ‘verde’ porque se supone que tienen menos impactos ambientales, pues sus impactos no son tan obvios como la radiación de una planta de energía nuclear o las emisiones directas de la quema de combustibles fósiles”, explica.

En el caso de las hidroeléctricas, los impactos ocurren bajo las aguas revueltas de los ríos en donde se instalan las centrales. Tras varios años de investigación, el equipo de TNC encontró que si el país insiste en construir las 97 represas que tiene planeadas sobre la cuenca del río Magdalena eliminará el 44 % de los sitios de reproducción de las 21 especies migratorias de la cuenca, poniendo en riesgo no solo su continuidad biológica, sino también la seguridad alimentaria de 35.000 familias pescadoras.

Hormonas represadas

La cuenca Magdalena-Cauca es una rareza a nivel mundial, asegura López. Resulta que, a diferencia de otras cuencas, el Magdalena experimenta dos períodos de lluvias y sequía cada año, lo que quiere decir que los peces se reproducen dos veces al año. “Durante las aguas bajas, más o menos entre diciembre y febrero, los ríos y ciénagas empiezan a disminuir su nivel. En ese momento es cuando los peces migratorios salen de las ciénagas y comienza la época de las subiendas. Salen grupos de peces, que los pescadores llaman puntas, y van río arriba, nadan a contracorriente”, explica López.

Tras nadar cientos de kilómetros —tienen registros de un bocachico que recorrió 1.200 kilómetros— los peces van entrando por distintos afluentes del Magdalena. Por supuesto, esta travesía tarda varios meses. En ese largo camino, ovocitos y espermatozoides maduran en sus cuerpos. Y cuando entran en los brazos que alimentan el cauce principal, solo les queda esperar que regresen las lluvias para reproducirse.

En las madrugadas de días de vendaval, cuando el río está alto y corre rápido, comienzan sus cortejos: las hembras, en una suerte de baile, llegan al centro del río y liberan sus óvulos. Los machos, que las siguen, dejan allí sus espermatozoides. En las aguas convulsas se fecundan los huevos, que comienzan a bajar a gran velocidad hacia las ciénagas. Los embriones maduran en el agua del Magdalena y, si todo sale bien, una vez llegan a las llanuras inundables del Medio y Bajo Magdalena, donde la velocidad baja, son capaces de nadar a las ciénagas, en donde, como sus padres, se refugiarán, crecerán y esconderán hasta ser adultos y emprender su propia migración río arriba.

Cuando se construye una represa en el cauce principal de un río ocurren varias cosas. Muchas veces, los peces no terminan su migración debido a la barrera física de la presa. Pero muchas otras, se pierden las condiciones ideales de hábitat. Por las demandas de energía de los seres humanos en las ciudades, los ríos represados tienen flujos de agua que pueden variar mucho en un mismo día. “Cambios en las corrientes que antes ocurrían a lo largo de varios meses, ahora ocurren en un solo día”, dice López. Y resulta que una de las señales para que los peces decidan su lugar de reproducción es el nivel del agua.

“Ese pulso de agua todo el día los confunde, ellos no saben qué hacer. Se presentan desórdenes hormonales, entonces no hay sincronización en la maduración y muchas veces los desoves no ocurren. Como nunca llegan esas condiciones ideales, reabsorben los tejidos gonadales y ya, no se reproducen y se devuelven”, explica la bióloga.

Un viaje por el tiempo y el espacio

La gran pregunta, entonces, es entender qué ríos son claves para estos procesos, para así protegerlos. Pero ¿cómo hacerlo? López y Carlos Rogeles, hidrólogo y analista espacial de ríos, se inventaron algo así como una versión del clásico problema de la clase de física: “si alguien ve un tren pasar en X lugar y va a una cierta velocidad, ¿desde dónde salió?”, pero con peces y ríos.

Con los modelos que existen de la red hídrica del Magdalena, el analista espacial Carlos Rogeles calculó la velocidad del agua para cada trámite de la cuenca. Luego cruzaron esos datos con los muestreos ya existentes de ictiopláncton (como se llama a los peces cuando aún están en sus etapas tempranas de vida) de 15 ríos, con sus respectivos caños y ciénagas, más los muestreos disponibles en más de 100 expedientes de la ANLA.

“Entonces, si alguien hizo una colecta de ictiopláncton, por ejemplo, sobre Puerto Berrío, y ahí colectó capaz en estado embrionario, bocachico en larva y bagre en huevito, uno puede decir “este bocachico, como está en este estado, lleva cuatro horas bajando por el río, o 50, o 100”, algo así como calcular los meses de embarazo.Con esos cálculos del tiempo de desarrollo, como teníamos la velocidad del agua, pudimos retroceder en el espacio y decir: “Esta larvita pudo haber llegado a este punto desde alguno de estos puntos en el mapa”.

Así fue como descubrieron que el río Cesar es supremamente importante para las 13 especies de las que había muestreos disponibles, además del alto Magdalena entre Neiva y Huila, el río Samaná norte, el Opón, el Saldaña, el Sumapaz y el Carare. El Nechí, el río Armero y La Miel también se consolidaron para algunas especies (Ver infografía al final).

La importancia de este esfuerzo no es pequeña. Es la primera vez que, con evidencia científica, se puede demostrarle a la ANLA por qué ciertos proyectos afectarían de forma irremediable a las especies del Magdalena. De hecho, gracias a los datos de este modelo, la ANLA ya modificó una licencia y negó otra.

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