Déficits galopantes: el caso de las sociedades con China y Brasil (EL CLARÍN)

PALABRAS CLAVE: BRASIL – CHINA – ARGENTINA – BALANZA COMERCIAL 

ALCADIO OÑA. (CLARÍN) 2018-03-06: Desde 2008, la Argentina sumó un rojo comercial con China de $ 43.000 millones.

Cada vez que alguien habla de vestirse a buen precio se piensa en un complemento cantado de las vacaciones en Miami o en los tour de compras a Chile. Error: sería mejor correr el foco hacia China; decididamente y sin necesidad de un carísimo viaje a Beijing.

Según un informe de la Cámara Argentina de la Indumentaria basado en cifras del INDEC, la ropa que llega con ese sello de origen tomó hace rato forma de aluvión y tanto que, durante los últimos diez años, su presencia en el mercado local saltó del 40 al 70%. Proporcionalmente, varios puntos más que el 41% que arroja el promedio mundial.

La importación de textiles a bajo costo es nada o casi nada comparada con las de maquinarias y equipos, a las que con razón suele calificárselas de inversiones productivas aunque también podrían ser vistas como ausencia de producción nacional.

Claro que siempre es útil calibrar los múltiples impactos sectoriales encadenados en cada caso. Con la indumentaria, a las empresas locales les toca pérdida de mercado en grande frente a compras al exterior que, medidas por su volumen, crecieron 104% en enero respecto de enero de 2017. Competencia claramente desigual, quizás competencia desleal, tiene la palabra la Secretaría de Comercio.

Los textiles son apenas una muestra de esa particular sociedad comercial que la Argentina ha articulado con China, una manera de llamar a lo que en verdad significa una asociación muy despareja, de una sola mano.

Por años y hasta fines de 2007, el comercio bilateral cantó superávit argentino. La ventaja terminó ahí, porque a partir de entonces el contraste entre importaciones y exportaciones que marchan a velocidades muy diferentes derivó en un violento cambio de las cuentas. Y el superávit mudó a un déficit impresionante: desde 2008, China acumula una ganancia de US$ 43.000 millones.

Y sigue viaje por la ruta de una sola mano, pues las compras argentinas al coloso asiático ya pasan de largo a las concretadas en toda la Unión Europea: 28 países juntos, incluidos Alemania, Gran Bretaña, Francia, España e Italia. También superan a las que se focalizan en el Nafta, con Estados Unidos adentro.

Desde luego la culpa de una relación tan desigual no es toda de Beijing, que valiéndose de su desarrollo, de su envidiable red comercial y del precio de sus bienes, captura cuanta oportunidad tiene a tiro sin importar dónde está. Experiencia para combinar operaciones tampoco le falta, incorporada la variante de atar inversiones propias a negocios propios. Todo obviamente de su interés.

Son parte del escenario común los bienes que se intercambian. Lo que llega de China es pura industria, puro valor y trabajo agregados. De aquí van centralmente productos del complejo sojero, lo cual equivale a decir escaso valor y trabajo directo agregados.

Parecida en algún sentido y diferente en otros es la relación comercial con Brasil. Cada vez que la economía del gran socio del Mercosur levanta, acá vuelan las expectativas y sobre todo las de los industriales: cerca del 70% de las exportaciones que cruzan la frontera son productos manufacturados.

Allí las proyecciones privadas para este año le anotan crecimiento del 2,8% al PBI; del 3,5% a la industria y del 5% al consumo.

Son datos alentadores, tras un rebote económico de apenas 1% en 2017. Y lo son, especialmente, después de dos años previos de una recesión sin precedentes y de un desplome industrial nada menos que del 18% entre 2014 y 2016.

La cuestión pasa por saber hasta dónde Brasil tomará por un camino que luce previsible, viniendo de esos sacudones: buscar que sean sus empresas las que aprovechen la recuperación y capitalicen la mayor demanda interna. Subordinadas al supuesto, corren las perspectivas argentinas.

Un dato esperanzador fue que en febrero, por primera vez en trece meses, las ventas a Brasil superaran a las importaciones desde Brasil. Se verá si se trata de una tendencia, aunque medido en dólares el intercambio muestra un rojo que orilla los 1.200 millones para el bimestre.

Está claro que así el horizonte pinte mejor, nada garantiza resultados definitivamente provechosos. Como lo prueba una extensa serie estadística del Ministerio de Comercio Exterior brasileño.

Cuenta que desde 2003 el saldo a favor de ese país ya trepa a US$ 49.700 millones. Casi no hace falta agregar que durante semejante período en la economía del vecino convivieron buenas y malas, ni decir que acá las buenas sembraron bastante poco.

Brechas enormes en las escalas de producción, productividad, competitividad y tecnología explican, entre otros factores, por qué a la Argentina le va cómo le va con China y, en buena medida, también con Brasil.

“Durante los últimos diez años se destruyó en el país la cultura exportadora”, sostiene el ministro de Producción, Francisco Cabrera. Pero aun cuando la mención a los diez años apunte directo a la era kirchnerista, los últimos dos tocan a Cambiemos. Y si exportar implica, como implica, inversiones, crecimiento y dólares imprescindibles, la pelota está picando en el campo del Gobierno.

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