CONNECTAS • Sacando ventaja de la batalla

Las bolsas de valores del mundo tambalearon con el más reciente enfrentamiento entre las principales economías del mundo: Estados Unidos y China. En medio de mutuos señalamientos de supuestos incumplimientos de acuerdos, subidas de tono y amenazas de sanciones de lado y lado, varios países de América Latina sonríen con uno y coquetean con el otro, tratando de garantizar lo mejor que pueda salir de esta confrontación.

Una evidencia de esta situación la dio el nuevo mandatario de Panamá, Laurentino Cortizo, que pidió más atención de Estados Unidos a Centro América, asegurando que de no hacerlo China seguiría aumentando su influencia en la región. Cuando para nadie es un secreto que el istmo avanza de forma decidida en aumentar su relación diplomática con ambos inversionistas. Como dice el adagio: en río revuelto, ganancia de pescadores.

También ha sido notorio como varios países rompieron la barrera que contenía la posibilidad de relación con China, y que por muchos años fue haber mantenido una relación diplomática con Taiwán. Es el caso del mismo Panamá en 2017, sin importar que era el principal aliado comercial de Taipéi, o de El Salvador en igual sentido el año pasado.

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Un episodio menos conocido, pero quizás una de las estrategias más efectivas de China en la región es lo que se conoce como “la nueva ruta de la seda”, una serie de tratados con el gigante asiático que facilita su expansión comercial a nivel global.

La iniciativa del gobierno del presidente Xi Jinping a la que se han sumado cerca de 200 países, y que busca conectar a China con África, Medio Oriente, Europa y, por supuesto, a América Latina, busca a partir de acuerdos y un engranaje de proyectos de infraestructura en todo el mundo, aumentar su presencia económica.

La reciente adhesión de Perú a “la ruta”, evidencia el silencioso pero certero avance de la estrategia diseñada en Pekín. Primero lograron acuerdos con países pequeños, pero con el país Inca en sus filas, ya empieza a sumar de los grandes del continente.

La resistencia viene de México, Brasil, Colombia y Argentina, aunque este último no oculta su interés por ser parte del nuevo club asiático. Estos países siguen siendo el eslabón que le falta a su cadena.

A nivel global, Estados Unidos tiene muchos frentes que atender, pero es claro que los avances de China en su mismo hemisferio, si bien no le quitan el sueño, si le producen desasosiego. La avanzada China enfrentó un duro anuncio del presidente Estadounidense Donald Trump, que no significa otra cosa que el temor a perder el poder de la economía mundial. De ahí que como un grito desesperado en medio de un barco que se hunde, la potencia americana anunció el aumento de los aranceles del 10 a 25 por ciento en productos chinos, una decisión que dejó al país asiático fuera de base, obligándolo a negociar.

Para algunos es el cierre de una brecha comercial, para otros significa un aumento de influencia geopolítica de China a través del endeudamiento de los países vinculados. Una fórmula que numerosos países de América Latina han comprado a ciegas.

Ante el péndulo de intereses económicos Estados Unidos tiene un talón de Aquiles frente a China, un déficit de la balanza comercial, que es el equilibrio entre importaciones y exportaciones, que oscila alrededor de 375 mil millones de dólares y que pone al país asiático en ventaja como economía mundial.

En este panorama es que el cambio de gobierno en Panamá cobra relevancia. Dentro del debate electoral en Panamá, “Nito” Cortizo no puso sobre la mesa el tema de las relaciones diplomáticas y comerciales con las potencias globales, razón por la cual no es clara la forma en que su gobierno tendrá una propuesta con la capacidad de atender esta problemática y salir sin recibir impactos.

Gran parte del interés de las dos dos potencias mundiales por Panamá es su canal, uno de los espacios más importantes del comercio marítimo mundial que conecta con los océanos Atlántico y Pacífico, de esta manera, el país del canal tiene que navegar en un mar de intereses divididos, por un lado la preocupación de Estados Unidos por la alta y rápida presencia de China y por el otro, las oportunidades que el gigante asiático ofrece como un posible inversionista en desarrollo de infraestructura que le permitirá economizar costos del comercio.

Paradójicamente como reseñó el periódico El País de España citando al economista Eddie Tapiero, los primeros chinos llegaron al istmo a mediados del siglo XIX para participar en la construcción del ferrocarril que conectaría los dos océanos. Ahora “lo hacen como actor fundamental en la inversión y en la financiación de grandes proyectos de infraestructura”.

Este es el panorama actual: Pekín busca que el país del canal sea un punto estratégico para su expansión comercial, relaciones inversionistas y diplomáticas en la región, paralelo a esto Panamá espera que el país asiático invierta aún más en infraestructura (ya supera los 2.500 millones de dólares) y le abra las puertas a su economía, pero al mismo tiempo, comparte con Estados Unidos programas de seguridad, lucha contra la migración, lavado de dinero, negocios en el Canal y narcotráfico.

La rivalidad de Estados Unidos frente al empoderamiento económico de China obliga a América Latina a encontrar un nuevo plan para hacer negocios en medio de la guerra comercial entre los dos gigantes de los que hoy dependen sus principales relaciones comerciales.

Fuente: https://www.connectas.org/analisis/guerra-comercial-entre-china-y-estados-unidos/